Aprendemos cuando nos encontramos en un entorno que garantiza nuestra seguridad física, emocional y pedagógica. Por eso, el proyecto educativo supone un cambio de paradigma en la relación infancia-adultez. La interacción de los niños y niñas con toda la comunidad y el entorno son claves para su buen desarrollo. Entendemos la interacción como una acción activa y no una mera observación. Por eso, creemos en la conveniencia de una toma de decisiones de manera democrática, y queremos resaltar la implicación del alumnado en ella. Con esto pretendemos que sea un proyecto de todos y que el alumnado lo sienta como propio.
Consideramos imprescindible la participación de todos los usuarios del espacio, incluida la infancia, en el diseño de éste, tanto arquitectónico, como de los materiales que en él se utilicen. No nos importa tanto el cuándo se acaba de amueblar un espacio, sino que sea un cambio continuo adecuándose a las necesidades de cada grupo y en cada momento. Son los usuarios de este espacio los responsables de definir las necesidades, diseñar las soluciones y crear los instrumentos.
Propiciamos la iniciativa personal y creemos que el error y la asunción de riesgos son partes inherentes al aprendizaje y elementos naturales y necesarios en el proceso de desarrollo personal. Las actividades que los niños, niñas y jóvenes realizan en contacto con la naturaleza pueden presentar las mejores condiciones para que autorregulen sus capacidades.