Escrito por Belén Navarro, facilitadora de Senbazuru.
El conflicto no se resuelve exclusivamente en el momento del conflicto. Puede acompañarse. Debe acompañarse. Lo acompañamos. Pero el conflicto no puede resolverse exclusivamente en el conflicto porque es sólo la punta del iceberg, flotando por encima de la “chicha”. El momento de la explosión es la invitación a mirar a la cara un malestar concreto que ha asentado patrones y rutinas en nuestro modo de relacionarnos. Detrás de ese malestar, un sinfín de necesidades encubiertas y/o no cubiertas. El mundo adulto es más sutil; se entretejen nuestros malestares en pensamientos y hábitos, y rara vez tenemos la suerte de permitirnos una expresión tan orgánica de nuestros desencuentros. Tenemos más recursos aprendidos en gestión emocional, pero no son pocas las personas que nos beneficiaríamos de contactar con nuestra pataleta primaria de vez en cuando. Por suerte, ambos mundos confluyen: el adulto y el infantil. El infantil le permite al adulto vivenciar a través del acompañamiento las emociones en estado puro y el adulto puede, desde la aceptación de lo que es, apoyar a ese mundo infantil en sus procesos, sin olvidar nunca que el proceso se inicia porque la persona lo ha pedido consciente o inconscientemente a través de la llamada al conflicto.
Desde este planteamiento, queremos contaros sobre una herramienta con la que estamos trabajando este año en Senbazuru para atender malestares y potenciar bienestares: las Artes. Casi sin pretenderlo, pero oliéndonos desde el principio que iba a ser una herramienta potente para el crecimiento individual y/o grupal. ¿Por qué? Porque las Artes son el terreno del Alma, con mayúscula, y desde el Alma se pueden encender cosas, motivar espacios y plantar semillas con la seguridad de un encuadre seguro (la emoción es ahí un regalo, y no algo contra lo que revolverse).
Las sesiones de clown generaron bastante interés por parte de Pacific Dragons y de Diabulus y casi instantáneamente fueron viniendo a estos encuentros las personas que necesitaban el bálsamo de la risa y satisfacción que siempre regala la nariz roja (tanto al público como a los actores/actrices). Desde las propuestas mudas de juego, dejábamos a un lado los procesos más mentales y nos sumergíamos en el juego puro, el movimiento, la gestualidad y las reacciones viscerales ante lo que está sucediendo. En el trabajo de clown, todas las personas nos colocamos tal y como somos ante los demás, y las risas del público no suponen una amenaza sino un estímulo para seguir explorando esa vulnerabilidad. Habitando ese lugar, no hay necesidad de protegerse, y este es el primer gran regalo del clown: la aceptación y el abrazo a lo que es. El segundo regalo llega cuando creamos relaciones escénicas auténticas desde ese abrazo.
Uno de los clowns que más nos hizo reír es un peque de gran creatividad e imaginación, de carácter explosivo y gran facilidad para expresar y conectar con lo esperpéntico. Coincidió en escena con otro peque de carácter más implosivo pero con una gran disposición para explorar y jugar. Y así, sin haberlo planeado (es así como nacen las mejores improvisaciones y/o amistades), entraron los dos en un juego de acción/reacción donde se relacionaron mucho más de lo que se habían relacionado en todo el curso. Las propuestas de cada uno generaban nuevas direcciones, siempre desde el “sí”, y creaban situaciones de ridículo que el público fue recibiendo con aplausos y risas. Esta reacción de sus compañer@s les motivó a unirse aún más en su esfuerzo por regalar más risas. Fueron, durante esos quince minutos, una pareja cómica al nivel de los mejores dúos de clown, y, al finalizar el día, el peque más implosivo me contó que había sido “uno de los mejores días de su vida” porque se había sentido “compañero del otro peque”.
Éstas son las semillas que queremos plantar con los talleres artísticos: momentos de apertura real que permiten cambiar las dinámicas que en el día a día suelen desembocar en conflictos, crear nuevas conexiones poquito a poco, confiando en que esas experiencias irán ganando espacio en su psique para que puedan relacionarse cada vez más desde el Bienestar (con mayúsculas).